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6 conceptos clave de "Lo que le debemos al futuro", de William MacAskill

Introducción

En su provocador y visionario libro "Lo que debemos al futuro", William MacAskill aborda una cuestión fundamental y demasiado a menudo pasada por alto: ¿qué deberes tenemos con las generaciones futuras? La obra introduce el concepto de "largoplacismo", una filosofía que nos insta a considerar las consecuencias a largo plazo de nuestras acciones de hoy sobre las generaciones futuras. MacAskill nos invita a considerar no sólo el impacto inmediato de nuestras decisiones, sino también sus repercusiones a lo largo de décadas, siglos o incluso milenios.

El largoplacismo, tal como lo presenta MacAskill, no es sólo una llamada a la acción ética, sino una llamada a la responsabilidad global. El libro nos insta a pensar de un modo radicalmente nuevo sobre cómo nuestras decisiones actuales pueden influir no sólo en nuestros descendientes directos, sino en toda la trayectoria futura de la humanidad. Es una prolongación lógica de los ideales de los movimientos por los derechos civiles: al igual que estas batallas históricas trataron de extender los derechos humanos a más personas en el presente, el longtermismo pretende extenderlos más allá de las fronteras del tiempo.

Con una narrativa convincente y llena de ejemplos prácticos, MacAskill demuestra cómo acciones aparentemente insignificantes -como votar, elegir opciones de consumo sostenibles o incluso simplemente debatir políticas públicas- pueden tener repercusiones significativas en el futuro. Señala cómo, a lo largo de la historia de la humanidad, se han tomado decisiones que han tenido vastos efectos a largo plazo, a menudo inesperados o involuntarios, que han configurado el mundo en que vivimos hoy.

El enfoque del libro es revolucionario porque desafía al lector a pensar a lo grande -a lo grande de verdad- sobre la escala temporal de nuestras responsabilidades éticas. En esta introducción al largoplacismo, MacAskill no sólo presenta una teoría convincente, sino que también ofrece un claro imperativo moral: es nuestro deber comprometernos activamente para garantizar que el futuro de la humanidad no sólo sobreviva, sino que prospere.

Este libro, por tanto, no sólo es una lectura esencial para quienes se interesan por la ética o la filosofía, sino para cualquiera que tome decisiones que afecten a otras personas, que, como MacAskill nos recuerda hábilmente, somos cada uno de nosotros.

1: El concepto de largoplacismo

El largoplacismo es un enfoque filosófico que nos insta a considerar las repercusiones de nuestras acciones presentes en las generaciones futuras, haciendo hincapié en que la distancia temporal no debe reducir el peso ético que concedemos al bienestar de las generaciones venideras. William MacAskill, en su libro "What We Owe to the Future" (Lo que debemos al futuro), expone este concepto con la intención de extender la responsabilidad moral más allá de los confines del presente, de forma similar a lo que los movimientos por los derechos civiles han hecho por los grupos marginados.

MacAskill utiliza ejemplos contundentes para ilustrar cómo acciones sencillas pero conscientes pueden evitar daños catastróficos en el futuro. Por ejemplo, compara la inacción ante el cambio climático con dejar fragmentos de vidrio en un sendero popular: si no se retiran, inevitablemente causarán daños. Esta imagen visual subraya hasta qué punto la ignorancia de las consecuencias de nuestros actos es moralmente inaceptable cuando existen medios para evitar el daño.

Al introducir el largoplacismo mediante paralelismos con los movimientos de derechos civiles, MacAskill nos invita a considerar los derechos de las generaciones futuras como extensiones lógicas de los ideales actuales de equidad y justicia. Esto implica no sólo un llamamiento filosófico, sino también práctico a la acción: debemos cambiar nuestras políticas y comportamientos personales para evitar daños irreversibles y garantizar un futuro próspero a la humanidad.

La idea del futuro como algo vasto y lleno de potencial cierra el círculo del largoplacismo, presentando una visión del mañana no sólo como una continuación del presente, sino como una oportunidad para construir algo enormemente mejor. Las decisiones que se tomen hoy, afirma MacAskill, son los ladrillos sobre los que se construirá el mundo de mañana y, como tales, deben elegirse con la máxima consideración y responsabilidad éticas.

Con este planteamiento, "Lo que debemos al futuro" no sólo cuestiona nuestros supuestos actuales, sino que nos reta a ser arquitectos conscientes de un futuro que, aunque invisible, tiene un derecho inherente a nuestro respeto y protección.

2: Impactos duraderos de las acciones humanas

Las decisiones humanas han dejado huellas indelebles en el planeta, afectando al clima, la biodiversidad y el medio ambiente de formas que persisten durante siglos, si no milenios. En "Lo que debemos al futuro", William MacAskill examina cómo las decisiones históricas han moldeado el mundo actual y por qué esto debería ser una llamada de atención para las políticas y el comportamiento de hoy.

Desde la prehistoria, la humanidad ha emprendido acciones como la deforestación para la agricultura o la caza excesiva, que han contribuido a la extinción de numerosas especies de megafauna y alterado irreversiblemente los ecosistemas. Estas acciones no sólo muestran el impacto a largo plazo de las opciones humanas sobre el medio ambiente, sino que también subrayan cómo las consecuencias de tales decisiones se extienden mucho más allá de las generaciones inmediatamente afectadas.

Otro ejemplo significativo analizado por MacAskill es el impacto del cambio climático, causado por la acumulación de emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de la actividad humana. Las consecuencias de estas emisiones, como el aumento del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos, demuestran cómo las acciones de hoy pueden impedir un futuro seguro y próspero para las generaciones venideras.

MacAskill utiliza estos ejemplos para defender una mayor responsabilidad por nuestras acciones y sus repercusiones a largo plazo. MacAskill aboga por un cambio radical en nuestra forma de pensar y planificar el futuro, y subraya la importancia de un planteamiento más sostenible y previsor en las políticas medioambientales y tecnológicas.

El enfoque prospectivo no consiste sólo en prevenir daños, sino también en comprender que cada decisión tiene el potencial de configurar el futuro de la humanidad de forma significativa. Para MacAskill, esto significa adoptar políticas que no sólo prevengan los daños, sino que mejoren activamente las condiciones de vida en el planeta, garantizando que las generaciones futuras puedan heredar un mundo no sólo intacto, sino mejorado.

Estos conceptos apuntan a la necesidad de un compromiso global y a largo plazo para afrontar los retos del presente con la vista puesta en las implicaciones futuras, promoviendo una ética del cuidado que se extienda no sólo en el espacio sino también en el tiempo.

3: Cambios en los valores sociales

En su libro "What We Owe the Future", William MacAskill explora cómo los cambios en los valores sociales han impulsado transformaciones significativas a lo largo de la historia. Estos cambios de valores tienen a menudo su origen en acciones y decisiones tomadas por individuos que se atrevieron a desafiar el statu quo, lo que demuestra el poderoso impacto que las convicciones morales pueden tener en la realidad social y política.

Un ejemplo histórico significativo de tal impacto es la abolición de la esclavitud, un cambio de valores que no sólo reformó las sociedades a gran escala, sino que también redibujó las líneas morales de naciones enteras. MacAskill ilustra cómo figuras como Benjamin Lay y otros activistas abolicionistas desempeñaron un papel clave en este movimiento, desafiando las normas aceptadas y promoviendo un nuevo ideal de justicia e igualdad humana.

Estos cambios no se produjeron sin resistencia. Cada paso adelante en materia de derechos civiles, desde el fin de la esclavitud hasta la lucha por los derechos civiles de las minorías y las mujeres, tropezó con importantes obstáculos. Sin embargo, la historia demuestra que las acciones persistentes basadas en valores sólidos pueden acabar superando esas barreras. Este es un principio fundamental del largoplacismo: las acciones de hoy pueden y deben guiarse por una visión ética prospectiva que tenga en cuenta las repercusiones futuras.

Además de mirar al pasado, MacAskill nos invita a considerar cómo podemos aplicar estas lecciones al presente y al futuro. Por ejemplo, los debates actuales sobre cuestiones como el cambio climático, la justicia económica y los derechos de los inmigrantes están profundamente influidos por los valores que promovemos y los cambios que perseguimos. Adoptar un enfoque a largo plazo de estas cuestiones significa reconocer que las decisiones que se tomen ahora afectarán no sólo a nuestras vidas, sino también a las de las generaciones futuras.

En conclusión, MacAskill sostiene que el compromiso con la mejora continua de nuestros valores sociales y morales es esencial para construir un futuro que no sólo evite los desastres, sino que aspire activamente a una realidad mejor. Los cambios en los valores sociales, por tanto, no son sólo reflejo de nuestro progreso, sino también motores de un futuro más justo y sostenible.

4: La influencia de la tecnología en el futuro

La tecnología siempre ha desempeñado un papel crucial en la configuración de las sociedades humanas, pero en el contexto del largoplacismo, su impacto adquiere una importancia aún mayor. William MacAskill, en su libro "What We Owe the Future", hace especial hincapié en el potencial transformador, pero también en los riesgos, de las tecnologías emergentes, especialmente la inteligencia artificial (IA).

MacAskill subraya que la evolución tecnológica no es sólo un proceso de mejora de las herramientas disponibles, sino también un factor que podría determinar la supervivencia o la extinción de nuestra especie. Con el avance de la IA, por ejemplo, nos enfrentamos a posibilidades que van desde la curación de enfermedades antes incurables hasta la creación de riesgos existenciales totalmente nuevos, como las armas autónomas o los escenarios de desajuste de la IA.

El planteamiento de MacAskill no es ni incondicionalmente optimista ni desesperadamente pesimista; más bien propone una reflexión equilibrada sobre las formas en que podemos guiar el desarrollo tecnológico. Sugiere que, al tiempo que aceptamos los beneficios de las innovaciones, debemos ser extremadamente diligentes a la hora de mitigar los riesgos asociados. Esto implica una gobernanza tecnológica cuidadosa, que incluya una normativa eficaz, inversiones en investigación sobre seguridad y un diálogo abierto entre científicos, responsables políticos y el público.

Además, MacAskill nos insta a considerar cómo pueden utilizarse las tecnologías no sólo para prevenir daños, sino también para mejorar activamente la calidad de vida a escala mundial. Por ejemplo, las tecnologías de energías renovables ofrecen la promesa de un mundo menos dependiente de los combustibles fósiles, con importantes beneficios tanto para el medio ambiente como para las economías locales.

En conclusión, la sección del libro dedicada a la tecnología reflexiona sobre cómo ésta es un arma de doble filo: por un lado, fuente de soluciones potenciales a problemas ancestrales como la pobreza y la enfermedad; por otro, generadora de nuevos peligros que podrían amenazar a la civilización humana en su conjunto. El mensaje clave de MacAskill es un llamamiento a la prudencia y la proactividad: al tiempo que aprovechamos las oportunidades que ofrecen las tecnologías emergentes, debemos hacerlo con la mirada puesta en las generaciones futuras, asegurándonos de que las innovaciones de hoy no se conviertan en los desastres de mañana.

5: Riesgos existenciales y responsabilidad global

William MacAskill, en su libro "What We Owe the Future", hace especial hincapié en los riesgos existenciales a los que puede enfrentarse la humanidad en un futuro próximo. Estos riesgos incluyen el cambio climático catastrófico, pandemias devastadoras, conflictos nucleares y la mala gestión de la inteligencia artificial. Estos escenarios no son sólo teóricos; tienen el potencial de alterar drásticamente o incluso acabar con la civilización humana tal y como la conocemos.

MacAskill insiste en la necesidad de una respuesta mundial coordinada a estas amenazas. Desafíos como el cambio climático y las pandemias no respetan las fronteras nacionales, por lo que exigen la colaboración entre naciones. Esto implica acuerdos internacionales sólidos, políticas compartidas de mitigación de riesgos y un compromiso universal con la investigación y la innovación.

Un aspecto crucial destacado en el libro es la importancia de aprender de las lecciones del pasado. Por ejemplo, la inadecuada gestión de las primeras fases de la pandemia de COVID-19 demuestra lo vital que es estar preparado y tener capacidad de respuesta. MacAskill sugiere reforzar la infraestructura mundial de salud pública y desarrollar planes de contingencia más eficaces para responder con rapidez a futuras crisis sanitarias.

Otro punto clave es el papel de las innovaciones tecnológicas en la lucha contra los riesgos existenciales. Tecnologías como las energías renovables y la ingeniería genética pueden desempeñar un papel crucial en la mitigación del cambio climático y la prevención de pandemias. Sin embargo, MacAskill advierte de que estas tecnologías deben regularse cuidadosamente para evitar efectos secundarios no deseados o usos indebidos.

En definitiva, "Lo que debemos al futuro" es una llamada a la acción para construir un futuro sostenible que no sólo evite desastres, sino que promueva una era de prosperidad mundial. MacAskill invita a todos, desde los líderes mundiales a los ciudadanos de a pie, a participar activamente en este empeño, recordando que las decisiones que se tomen hoy determinarán la calidad de vida de las generaciones futuras.

6: El potencial del futuro humano

El futuro de la humanidad, como señala William MacAskill en su libro What We Owe the Future, puede ser extraordinariamente rico en potencial. Las decisiones que se tomen hoy no sólo pueden evitar catástrofes, sino también abrir posibilidades de progreso y prosperidad sin precedentes para las generaciones futuras.

MacAskill explora las perspectivas de un futuro en el que el avance tecnológico y el crecimiento demográfico podrían transformar radicalmente la vida humana. Con la aceleración del progreso en campos como la inteligencia artificial, la biotecnología y las energías limpias, la humanidad no sólo podría resolver problemas actuales como las enfermedades y la pobreza, sino también crear nuevos modos de existencia y nuevas formas de interacción social y económica.

Otro tema abordado es la colonización del espacio, vista no sólo como una escapatoria de las vulnerabilidades de la Tierra, sino como una oportunidad para acceder a recursos prácticamente ilimitados y extender la civilización humana más allá de las fronteras de nuestro planeta. Este escenario podría allanar el camino para un crecimiento exponencial de las capacidades humanas, incluida la posibilidad de habitar nuevos mundos y utilizar las tecnologías para mejorar la calidad de vida a una escala nunca vista.

A pesar de su optimismo, MacAskill sigue atento a las responsabilidades éticas que acompañan a estos avances. Advierte que el enorme potencial del futuro también conlleva enormes riesgos, y que la sabiduría con la que gestionemos hoy nuestras tecnologías y recursos podría determinar el éxito o el fracaso de las generaciones futuras. Por tanto, es crucial que cualquier avance se evalúe no sólo por sus beneficios inmediatos, sino también por su impacto a largo plazo sobre la vida en la Tierra y más allá.

En conclusión, MacAskill apela a nuestra responsabilidad colectiva de actuar conscientemente y considerar en profundidad cómo afectarán nuestras acciones al futuro. Nos anima a adoptar un enfoque a largo plazo, no sólo para evitar daños, sino para construir activamente un futuro que pueda superar todas nuestras expectativas actuales de bienestar y felicidad.

Conclusión

El libro de William MacAskill, Lo que debemos al futuro, no es un mero tratamiento filosófico del largo plazo; es un manifiesto a favor de la acción consciente y proactiva en respuesta a los retos del presente y del futuro. Con una persuasiva mezcla de análisis histórico, ejemplos actuales y proyecciones futuristas, MacAskill nos invita a reconsiderar nuestro papel y nuestra responsabilidad a la hora de dejar un mundo mejor a las generaciones futuras.

A través de la lente del largoplacismo, exploramos cómo los valores éticos pueden y deben extenderse más allá de los confines de nuestro tiempo inmediato. Desde las implicaciones de nuestras acciones medioambientales hasta la gestión de las tecnologías emergentes, el libro ofrece un marco para comprender la interconexión entre nuestras elecciones cotidianas y su impacto a largo plazo.

Esta obra nos recuerda que cada decisión, grande o pequeña, tiene el potencial de influir no sólo en nuestras propias vidas, sino también en las de quienes están por nacer. Con un equilibrio de optimismo y cautela, MacAskill propone un camino que no sólo evita riesgos, sino que lucha activamente por un futuro próspero y sostenible.

En definitiva, "Lo que debemos al futuro" nos reta a ser no sólo guardianes del presente, sino también arquitectos del mañana. Es una invitación a todos los lectores a participar en este esfuerzo global, actuando con sabiduría y visión para garantizar que las generaciones futuras puedan heredar un mundo no sólo intacto, sino enriquecido y animado por nuestras decisiones de hoy.

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